Sanando heridas a través de un
ciclo que se ha cerrado.
Durante nuestras vidas hemos
escuchado hablar del karma o del efecto boomerang, lo hemos visto ahí en
diferentes situaciones con resultados diferentes; como la primera vez, así ha
llegado de nuevo la ilusión a mí, por segunda vez, de repente, espontanea, sin
aviso y a través de las redes sociales.
Es cierto que hay amores a
primera vista, pero también es cierto que hay amores que se demoran en gustar,
en atraer, en sentir un mismo sentimiento; hay casos en que los amigos de
siempre se han terminado gustando y amando hasta el cansancio, pero en mi caso
no ha sido de ninguna manera mencionada.
En mi caso ha sucedido a
través de un océano azul de letras e imágenes, rostros desconocidos y estados
de nunca acabar. Salen nombres y rostros, muchas sugerencias, pero poco para
escoger, nadie a quien conozcas; entre tantas “cara libros” destaca un perfil
agradable, llamativo y es ahí cuando sin pensarlo dos veces me detengo a
observar, revisar o stalkear, como queriendo encontrar un tesoro escondido,
analizo su veracidad y procedo a darle agregar con la esperanza que sea
aceptado.
No ha pasado muchos minutos
cuando se me informa que he sido aceptado como amigo, por lo que me dejo llevar
por mi instinto y escribo “gracias por aceptar la invitación”, que gesto tan
poco recatado pensé, pero no dejé de emocionarme al recibir un hola como
respuesta.
Un momento, me he confundido,
quiero narrar mi presente, pero se confunde con mi pasado, lo sé, me confunde
demasiado ¿No has olvidado? Claro que sí, pero son dos historias diferentes con
un inicio parecido, eso es lo que llamo casualidad de la vida o riesgo que
asumir.
En este primer día pude
experimentar varias cosas, entre ellas la idea de emocionarse con un hola,
hacía mucho tiempo no lograba vivirlo.
Hemos pasado de una charla a
compartir contactos, ¡Genial! Pensé, no está mal conocer gente, pero jamás
imaginé que las horas envolverían el tiempo y los argumentos hasta quedarnos
cansados… fue una charla única, al menos para mí, sabía que la conexión me
llegaba y era diferente a otras charlas, sentía placer espiritual al divagar
entres los pensamientos producto de sus palabras.
No quería dejar de hablar, lo
juro, creía haber encontrado a un ser que hacía mucho tiempo no veía, pero que
ya conocía, es esa sensación de rareza que te hace dar vueltos en los mismos
pensamientos sin saber por qué.
Con un que rico la charla, que
placer haberte conocido entre otras palabras propias del momento, nos dimos las
buenas noches y nos dispusimos a dormir; no sé él, pero yo seguí en diálogos
internos conmigo mismo, extasiado de la incredulidad de haberlo conocido y de
esa manera, hasta que mi voz interior mi aterrizó en la distancia, en la
lejanía de cuerpos y en el tiempo de confinamiento que no tenía cuando
terminar.
Buenas noches, me iré a
descansar con el pensamiento partido entre la esperanza de encontrar una dicha
y el desosiego de aterrizar en campos dinamitados por la realidad, esa realidad
de más de 884 kilómetros de distancia acompañados de 22 horas de largo camino.
Feliz noche.
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