viernes, 21 de mayo de 2021

Sanando heridas a través de un ciclo que se ha cerrado

Sanando heridas a través de un ciclo que se ha cerrado.

Durante nuestras vidas hemos escuchado hablar del karma o del efecto boomerang, lo hemos visto ahí en diferentes situaciones con resultados diferentes; como la primera vez, así ha llegado de nuevo la ilusión a mí, por segunda vez, de repente, espontanea, sin aviso y a través de las redes sociales.

Es cierto que hay amores a primera vista, pero también es cierto que hay amores que se demoran en gustar, en atraer, en sentir un mismo sentimiento; hay casos en que los amigos de siempre se han terminado gustando y amando hasta el cansancio, pero en mi caso no ha sido de ninguna manera mencionada.

En mi caso ha sucedido a través de un océano azul de letras e imágenes, rostros desconocidos y estados de nunca acabar. Salen nombres y rostros, muchas sugerencias, pero poco para escoger, nadie a quien conozcas; entre tantas “cara libros” destaca un perfil agradable, llamativo y es ahí cuando sin pensarlo dos veces me detengo a observar, revisar o stalkear, como queriendo encontrar un tesoro escondido, analizo su veracidad y procedo a darle agregar con la esperanza que sea aceptado.

No ha pasado muchos minutos cuando se me informa que he sido aceptado como amigo, por lo que me dejo llevar por mi instinto y escribo “gracias por aceptar la invitación”, que gesto tan poco recatado pensé, pero no dejé de emocionarme al recibir un hola como respuesta.

Un momento, me he confundido, quiero narrar mi presente, pero se confunde con mi pasado, lo sé, me confunde demasiado ¿No has olvidado? Claro que sí, pero son dos historias diferentes con un inicio parecido, eso es lo que llamo casualidad de la vida o riesgo que asumir.

En este primer día pude experimentar varias cosas, entre ellas la idea de emocionarse con un hola, hacía mucho tiempo no lograba vivirlo.

Hemos pasado de una charla a compartir contactos, ¡Genial! Pensé, no está mal conocer gente, pero jamás imaginé que las horas envolverían el tiempo y los argumentos hasta quedarnos cansados… fue una charla única, al menos para mí, sabía que la conexión me llegaba y era diferente a otras charlas, sentía placer espiritual al divagar entres los pensamientos producto de sus palabras.

No quería dejar de hablar, lo juro, creía haber encontrado a un ser que hacía mucho tiempo no veía, pero que ya conocía, es esa sensación de rareza que te hace dar vueltos en los mismos pensamientos sin saber por qué.

Con un que rico la charla, que placer haberte conocido entre otras palabras propias del momento, nos dimos las buenas noches y nos dispusimos a dormir; no sé él, pero yo seguí en diálogos internos conmigo mismo, extasiado de la incredulidad de haberlo conocido y de esa manera, hasta que mi voz interior mi aterrizó en la distancia, en la lejanía de cuerpos y en el tiempo de confinamiento que no tenía cuando terminar.

Buenas noches, me iré a descansar con el pensamiento partido entre la esperanza de encontrar una dicha y el desosiego de aterrizar en campos dinamitados por la realidad, esa realidad de más de 884 kilómetros de distancia acompañados de 22 horas de largo camino. Feliz noche.


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